Termina 2018. El año de mi purga profesional. Del formateo necesario. De mi génesis. Este año he descubierto mis fuerzas ocultas y lo poco que sabía de mis capacidades de adaptación y de encajar algunos golpes que finalmente no fueron tan duros como esperaba. De aprender a apartar la autocomplacencia y de no regalarme un sólo sentimiento de odio o rencor aceptando el destino como ese maestro que te exige para sacar todo tu potencial. De descubrir músculos que no sabía que tenía y que estaban ahí, atrofiados esperando que algo adverso los despertara. De apuntarme al gimnasio de la formación y el reciclaje y de bajar grasa profesional. Finaliza un año de cambios y de revelaciones. De calibrar realidades y ajustar prioridades. De confirmar que todo lo importante sigue intacto. Y lejos de ser un año negativo ha sido una experiencia de desintoxicación y de preparación para todo lo bueno que está por llegar en 2019. Como dijo el sabio, la zona de confort es una carretera asfal...
Aventuras y reflexiones de un ingeniero informático